La empresa Boeing atraviesa por un difícil momento: en menos de 5 meses
su histórico legado de seguridad se ha puesto en entredicho luego de que su
nuevo modelo B737 MAX se vio involucrado en dos accidentes que cobraron la vida
de cientos de personas.
Mientras varios países y aerolíneas prohibían el uso de la aeronave, la
Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés) sostenía que
el modelo de avión era seguro, hasta el miércoles de esta semana cuando explicó
en un tuit que nuevas pruebas desde el sitio del accidente en Etiopía
"junto con datos satelitales" llevaron a la decisión de dejar en
tierra a estos aviones. La decisión se mantendrá vigente hasta que se culminen
las investigaciones de la aeronave siniestrada en Etiopía.
El caso del Boeing 737 MAX ha generado preocupación en materia de
seguridad aeronáutica porque evidencia que la industria se está enfocando
primordialmente en la automatización y la búsqueda de la eficiencia, y no está
considerando el adecuado entrenamiento para los pilotos al incorporar nuevas
tecnologías.
Leí en un artículo del diario El País, que un capitán de American
Airlines, llamado Denni Tajer, quien también es portavoz de la organización
estadounidense Allied Pilots Association, admitió que el entrenamiento que
realizó para familiarizarse con la cabina del nuevo modelo de avión B737 MAX
consistió en una sesión de algo más de una hora en un iPad. Tajer notó que los
sistemas eran parecidos al del original Boeing 737, por eso él asumió que las
diferencias serían cosméticas.
Tal como comenta el portavoz de Allied Pilots Association, se asumió que
el avión era un modelo mejorado del B737 sin cambios relevantes. Por eso, en un artículo que compartí ayer en mi red, hicimos hincapié en que el modelo B737 MAX tiene diferencias significativas que ponen en tela de juicio si se trata realmente del mismo B737.
El B737 MAX tiene motores más grandes que el B737 original, para hacerlo 14 %
más económico que la generación anterior. Adicionalmente tiene un sistema
automático para mantener su estabilidad.
Vale la pena mencionar el comentario del presidente de los Estado
Unidos, Donald Trump: “Los aviones se están volviendo demasiado difíciles de
volar. Lo pilotos ya no son necesarios, sino científicos en computación del
MIT. Lo veo todo el tiempo en muchos productos. Siempre tratando un innecesario
paso adelante, cuando a menudo lo viejo y lo más simple es mucho mejor. Se
requiere tomar decisiones en fracción de segundos y la complejidad crea
peligros…Quiero grandes profesionales del vuelo a los que se les permite
hacerse del control de una aeronave de manera sencilla y rápida”.
Pero no se trata solo de los pilotos, también los entes reguladores
afrontan un difícil reto para emitir un certificado de aeronavegabilidad, de
por sí es sumamente complejo entender una aeronave, pero con la incorporación
de nuevas tecnologías, estas se hacen aún más sofisticadas.
Sabemos que el transporte aéreo tiene uno de los niveles más altos de
seguridad precisamente por su automatización, pero las autoridades y entes
reguladores deben considerar el correcto entrenamiento y generar las
condiciones para que las tripulaciones estén en capacidad de responder a las
demandas de la nueva realidad operacional.
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